CARTA DEL RECTOR MAYOR DON ÁNGEL FERNÁNDEZ ARTIME
En los últimos años la Iglesia ha dedicado dos Sínodos de los Obispos a la familia y a los jóvenes. El Papa Francisco observa: “La experiencia vivida ha hecho que los participantes en el Sínodo sean conscientes de la importancia de una forma sinodal de la Iglesia para el anuncio y la transformación de la fe. La participación de los jóvenes ha contribuido a “despertar” la sinodalidad, que es una dimensión constitutiva de la Iglesia”.
La dimensión sinodal exige a todos dedicar tiempo a la comunicación, humildad en escuchar y valentía en el hablar, dejando atrás prejuicios y estereotipos para llevar nueva esperanza al mundo.
Para que sea verdaderamente eclesial y eficaz, el recorrido sinodal de escucha y discernimienti debe intentar ser siempre comunitario.
La comunión de fe y de pertenencia carismática entre los diversos estados de vida de consagrados, sacerdotes y laicos, alimenta una circulación de dones y de oración, un intercambio profundo que ayuda a cada uno a encontrar y consolidar la propia identidad.
Este modo de relacionarse contribuye a retomar dinámicas más eclesiales y comunitarias en el mismo espíritu salesiano.
ADMA favorece la asunción de responsabilidades de los laicos también en otros ámbitos eclesiales y sociales.
El Santo Padre en una carta dirigida a la Pontificia Comisión para América Latina escribe:
“Entre consagrados y laicos se establece una comunión de vida que ayuda y enriquece la identidad propia de cada uno, facilitando el mutuo reconocimiento y valoración y el mantenerse no solo a nivel operativo y funcional, sino fraterno y espiritual, según la especificidad respectiva”.
La colaboración entre los tres estados de vida de la Iglesia exige un cambio de mentalidad pastoral que repercute en todas las vocaciones: los laicos no son solo “colaboradores”, sino “corresponsables” del ser y del obrar de la Iglesia.
Andrea y María Adele Damiani
Comments