CON MARÍA ESPERAMOS LA VENIDA DEL SEÑOR
Queridos amigos,
Aquí estamos, paso a paso, al comienzo de un nuevo año litúrgico, a las puertas del Adviento, que precede a la Navidad de Nuestro Señor Jesús. Estamos también en el centro del itinerario formativo de este año, orientado a redescubrir la belleza y la importancia de la oración, de la escucha de la Palabra, del diálogo cotidiano con el Señor, en una relación filial, sencilla y directa con Dios que es Padre.
Y el Adviento es verdaderamente un tiempo especial para poner en práctica las enseñanzas recibidas sobre la oración, realzando la dimensión mariana de nuestro carisma.
¿Qué mejor momento, en efecto, para llenar de oración el silencio de un mundo sufriente, que aún espera la venida del Señor? Sí, porque en el corazón del hombre habita la esperanza de un mundo nuevo, la humanidad sigue esperando al Salvador, Jesús sigue siendo necesario para curar las heridas causadas por la guerra, el odio, la pobreza, la soledad.
Dios entró en la historia y la transformó para siempre, transformó la historia de ayer, de hoy y de mañana, hizo nuevas todas las cosas. Sólo en la oración y en la escucha, como María, podemos
contemplar la grandeza infinita del plan de Dios y su amor infinito y dejar que entre en el espacio diminuto de nuestra vida cotidiana: nuestra pequeñez, nuestra humanidad, nuestra carne, nuestras fuerzas y debilidades, nuestros deseos, nuestras heridas son el pesebre donde Dios quiso habitar.
El Dios infinito se hizo pequeño y humilde y quiere que seamos pequeños y humildes como Él: quiere que estemos atentos y seamos capaces de captar su amor por nosotros en nuestra vida cotidiana, para que también nosotros seamos capaces de amar al prójimo en las pequeñas cosas, en los gestos concretos y silenciosos, en las miradas benditas, en los abrazos cálidos, en la misericordia del corazón.
María Inmaculada y Auxiliadora, Virgen en la Escucha, Madre de la Esperanza es la puerta por la que entrar y vivir el Adviento. Ella supo aceptar humildemente la voluntad del Padre, llevar a Jesús en su seno y "guardarlo todo en su corazón", hasta la muerte y resurrección de su Hijo.
Que Ella también nos enseñe, como hizo con Don Bosco, a vivir bien esta dimensión de la oración, que nos enseñe a mirar nuestra vida con ojos nuevos, acogiendo lo que el Señor tiene previsto para nosotros: Dios nos habla a través de los acontecimientos, de las circunstancias, de los encuentros, de las dificultades, de las alegrías y de las fatigas. Imitar a María significa encomendarse, confiar y estar a la altura de todo lo que sucede, incluso cuando no lo comprendemos, diciendo también nuestro humilde sí.
Por eso, en la oración podemos aspirar el amor infinito de Dios y convertirlo en oxígeno para nuestros hermanos y hermanas, para que el mundo pueda seguir alegrándose y esperando, y lo haga un poco a través de nosotros.
¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo a todos!
Don Gabriel Cruz Trejo, SDB
Animatore Spirituale ADMA Valdocco.
Renato Valera,
Presidente ADMA Valdocco.
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