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B COMO BESO

Los gestos del amor

Los niños sueñan con su primer beso, los enamorados se besan apasionadamente, las escenas de besos memorables en las grandes películas sentimentales, las prostitutas no besan a sus clientes, San Bernardo llama al beso el Espíritu Santo, porque realiza en persona el intercambio de amor que hay en Dios. Una señal de que el beso es un gesto verdaderamente importante, capaz de condensar y celebrar lo mejor de nuestros sentidos y sentimientos, de nuestros deseos y vínculos, ¡incluso de aludir al corazón de Dios!

Hay algo precioso en el beso, que no puede ser vendido porque debe ser dado, que debe ser atesorado porque no puede ser extorsionado. Esta es una de esas verdades profundas y elementales que Dios ha escrito indeleblemente en la carne de los hombres y de las mujeres: los gestos del amor son más que el cosquilleo de los sentidos, y los besos son el sello del amor, no la señal del erotismo.


Ilusiones y delirios

Por supuesto, sabemos que las realidades más bellas son también las más vulnerables, y las más prometedoras las más amenazadas. Lo mismo ocurre con el beso. ¿Cómo es que los chicos se mueren de ganas de besar, pero los recién casados no encuentran ni un minuto? ¿Y cómo es que el beso puede reducirse al «beso de Judas» o multiplicarse en los bombones «Baci Perugina», degradarse hasta la traición o degradarse hasta el entretenimiento? ¿De verdad somos tan celosos de los gestos de intimidad? En nombre del amor verdadero -esta es una operación educativa que requiere adultos conscientes y apasionados- necesitamos redimir al beso de la reducción sentimental y la devaluación erótica que lo afectan hoy.



Pensemos que los estudiosos más atentos ven en el beso el punto de encuentro de muchos detalles que hacen del hombre un ser maravilloso, muy poco parecido a un animal (como hoy se nos hace creer) y mucho más parecido a Dios (como hoy a menudo olvidamos). La posición erguida del hombre, única entre los mamíferos, libera las manos y la boca de las tareas de caminar y agarrar, coloca ambos rostros y genitales uno frente al otro, delineando así una continuidad totalmente ausente en el mundo animal entre alimentarse, hablar y ¡generar! Aristóteles consideraba significativo, como signo de la dignidad superior del hombre, la incomparable suavidad, flexibilidad y sensibilidad de la boca, los labios y la lengua de los humanos.

Así, por un lado, el beso está en continuidad con el diálogo: ¡en él, la palabra se convierte en gesto, y la comunicación en comunión! Por otra parte, el beso se convierte en preludio del coito, con el que comparte el mismo mimetismo: ¡en él el gesto se convierte en intimidad, y la comunión en generación!


La intimidad y sus umbrales

Si esto es así, habrá que hacer comprender a nuestros chicos y chicas, con delicadeza y autoridad, que el beso es una declaración, no una mera exploración, un acto de amor, no un hacer el amor. Porque el problema con nuestros hijos ya en el umbral de la adolescencia es que los gestos amorosos anticipan el amor: esto crea un efecto de intimidad que en realidad no existe. Y cuando el gusto de la intimidad precede a la conciencia y a la libertad, el problema está asegurado: la inmediatez del beso corre el riesgo de oscurecer su dignidad, la de ser una mediación del amor.

Además, está en juego la pasión misma del amor. Por citar dos testigos no sospechosos de clericalismo y moralismo, Freud ya decía que «donde hay tabú, hay deseo», mientras que, juzga Galimberti, en nuestra época, donde todo está permitido y todo es inmediato, los jóvenes corren el riesgo de no conocer ya la verdadera pasión, «porque la hemos ahogado en el sexo, que, en el cuerpo a cuerpo, anula la distancia de la que se alimenta la pasión». Se dirá: ¡fue fácil, comprender y vivir! Admitámoslo: no es fácil, sobre todo hoy, para los jóvenes inmersos en una cultura que borra umbrales, rituales y leyes. Sin embargo, debemos apuntar alto, sin caer en el conformismo, sin desanimarnos: cuando los jóvenes escuchan palabras de verdad y encuentran testigos alegres, son capaces de comprender que en el consumo de gestos afectivos no se consume el amor, sino que se gasta la vida.


Roberto Carelli SDB

(Fonte: Roberto Carelli – Alfabeto Famigliare)

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