F de FAMILIA
- Adma Don Bosco
- 25 abr
- 4 Min. de lectura
Cualquiera con un poco de sentido de la realidad y un poco de sensibilidad cristiana lo advierte con preocupación: ¡los cimientos de la humanidad se tambalean! Ya no es sólo la fe la que está en crisis, sino la razón. No sólo se obstaculiza la experiencia de Dios, sino que se distorsiona la percepción de la realidad. Incluso la educación, esa "segunda generación" que nos introduce en la experiencia plena de las cosas, y que nos enseña a rastrear la presencia de Dios en las cosas, está cada vez más amenazada. Recientemente, la Santa Sede ha observado que hemos pasado de la "emergencia educativa" a la "alarma educativa": si antes podía ser difícil transmitir de una generación a otra algo válido y cierto, reglas de conducta y objetivos creíbles para una vida buena, el hecho nuevo es la irrupción de la "ideología de género" en las prácticas educativas, porque aquí la amenaza es antropológica, es decir, toca la raíz de la visión del hombre.
-La degeneración de las ideologías de género.
Las teorías y políticas de género, a través de una acción ahora apremiante y capilar, pretenden borrar todo rastro del orden que Dios imprimió en su creación, y pretenden imponer un nuevo orden a través de una sistemática reeducación estatal, que elabora programas educativos para las escuelas de todos los niveles, donde teorías completamente inmaduras pasan como si fueran pruebas comunes o conocimientos científicos establecidos, amordazando a quienes piensan de forma diferente mediante la intimidación legislativa y la intimidación mediática.

Con el pretexto de luchar contra la discriminación de género, se imponen a gran escala las creencias de las llamadas "comunidades Glbt" (gays, lesbianas, bisexuales, transexuales), que no reconocen el carácter "binario" de los sexos, sino que promueven la visión de las "preferencias sexuales", y que extienden la realidad de la familia, que siempre y en todas partes ha sido "la comunidad íntima de vida y amor del hombre y la mujer" (GS 48), a cualquier agregación afectiva. También en Italia, la realidad de la familia tradicional, la que tiene raíces naturales y orígenes sagrados, está hoy radicalmente amenazada: no sólo la red de administraciones públicas coordina la acción educativa de las autoridades sanitarias locales, los municipios y las escuelas estatales con las asociaciones LGBT, sino que ciertas cláusulas de la propuesta de ley contra la homofobia, ya aprobada por la Cámara de Diputados, llevarían a las escuelas un clima de intolerancia hacia la familia comúnmente entendida. El resultado previsible, sencillamente, es que se haría imposible educar a la familia natural: fin de la libertad educativa, fin de la libertad religiosa. Tal como predijo Benedicto XVI, que en un discurso de 2011 lo expresó así: "No puedo pasar en silencio otra amenaza a la libertad religiosa de las familias en algunos países europeos, donde se impone la participación en cursos de educación sexual o cívica que transmiten concepciones de la persona y de la vida supuestamente neutras, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la recta razón".
-La verdad de la familia según la naturaleza y el corazón de Dios.
La familia es un sistema de relaciones original, cuyas dimensiones son reconocibles y en modo alguno comparables o intercambiables con otros tipos de relaciones. Hay tres ejes que determinan el tejido específico de la realidad familiar: el eje intergeneracional, el eje conyugal, el eje parental. Uno no es sin el otro, uno remite al otro, uno promueve al otro, y juntos determinan la realidad del tiempo y del espacio humanos en el sentido del amor. Y tres son los presupuestos indefectibles que califican a la familia como intercambio afectivo y efectivo de amor y vida entre progenitores, padres e hijos: la diferencia sexual, que hace posible la generación; el amor, que hace deseable la generación; y la fecundidad, que abre la intimidad amorosa a la novedad de una nueva vida. Ahora bien, el mal específico de nuestro tiempo consiste en negar y disociar estas tres dimensiones y presupuestos. El resultado son agregados afectivos sin memoria, familias indiferentes a la diferencia, niños que no son realmente niños, y el resultado anormal de la idea de libertad entendida como "autonomía". En realidad, nuestra libertad es filial, existe como fruto del amor hombre-mujer, y debe gracias al amor que la precede. En este sentido, es hermosa la expresión del Papa Francisco cuando dice que "un pueblo que no respeta a sus abuelos, ¡no tiene futuro!
Por tanto, no es cierto que el amor baste para formar una familia: ¡hay un "orden del amor", como decía San Agustín, que es absolutamente reconocible por toda persona intelectualmente honesta! Y es irresponsable legitimar cualquier comportamiento o agregación afectiva apelando al principio general "el amor es amor": más bien, la familia es esa forma de amor que configura la sociedad: ¡un cuerpo social no puede existir sin sus propias células!
Y que quede claro que no se trata de creencias confesionales, sino simplemente de verdades naturales. Incluso en los países más secularizados empiezan a oírse voces disidentes del "pensamiento único" de la ideología de género. Recientemente, incluso en Irlanda, como poco antes en Inglaterra, un testigo absolutamente nada sospechoso de clericalismo, Paddy Manning, periodista homosexual, expresó su consternación ante el forzamiento de la política de género, apelando a un elemental respeto por la realidad: "sólo un hombre y una mujer pueden engendrar un hijo, a pesar de todas las fantasías que la destructiva ideología de género nos quiere hacer creer"; olvidamos que "afirmar la igualdad no es negar la diferencia", y llegamos a "ignorar el derecho de los niños a tener una madre y un padre". No todo vínculo puede llamarse matrimonio y formar una familia: "el matrimonio tiene sentido y produce un efecto vital no sólo para el individuo, sino para la sociedad; no es sólo entre dos personas que se aman, sino entre un hombre y una mujer que se comprometen a engendrar y criar a un hijo".
Roberto Carelli, SDB
(Fuente: Roberto Carelli - Family Alphabet)
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