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LA MISIÓN ORATORIANA: UNA PEDAGOGÍA DE LA ALEGRÍA

La caracterización fundamental de la misión oratoriana es la pedagogía de la alegría y de la fiesta. Es una dimensión fundamental del sistema preventivo de Don Bosco, que verá en las numerosas celebraciones religiosas del año la oportunidad de ofrecer a los niños la oportunidad de respirar profundamente la alegría de la fe. Don Bosco supo involucrar con entusiasmo a la comunidad juvenil del oratorio en la preparación de eventos, representaciones teatrales, recepciones que permitan proporcionar entretenimiento con respecto a la fatiga del deber diario, para mejorar los talentos de los niños para la música, la actuación, la gimnasia, para dirigir su imaginación en la dirección de la creatividad positiva.


Lo que está en juego es siempre la sensatez de la vida, donde realmente hay algo de qué alegrarse, algo que celebrar, alguien que vale la pena celebrar.

La experiencia del "patio" es típica de un ambiente espontáneo, en el que se crean y estrechan relaciones de amistad y confianza. En el "patio", entendido como la pedagogía de la alegría y la celebración, la propuesta de valores y la actitud confidencial se realizan de manera auténtica y próxima. Es el lugar adecuado para el cuidado de cada niño / joven, para la pequeña palabra en el oído, donde la relación educador-joven supera el formalismo vinculado a otras estructuras, ambientes y roles. En este sentido, la experiencia del "patio" es una llamada a ir más allá de nuestras estructuras formales, desde las paredes en las que trabajamos, para hacer de cada lugar donde los jóvenes se encuentran un ambiente rico en propuestas educativas y pastorales.


A través del patio, por lo tanto, estamos muy cerca de los jóvenes que deseamos conocer. El carisma salesiano no huye, no se separa del mundo, sino que se coloca exactamente en el corazón del mundo, en conformidad con la elección del Hijo de Dios que, haciendo la voluntad de su Padre, vino a habitar entre nosotros. Sin miedo, sin temor, con un gran deseo de encontrar a Jesús que viene a nosotros como uno de nosotros.


Por esta razón, Don Bosco será un maestro en la creación de un fuerte vínculo entre la recreación del patio y la celebración en la liturgia. En un pasaje de las Memorias del Oratorio, que describe la vivacidad de un día típico entre los niños, Don Bosco afirma: "Yo me servía de esa recreación frenética para insinuar a mis alumnos pensamientos de religión de asistencia a los santos sacramentos". En su famosa Carta desde Roma de 1884, por otro lado, coloca una relación muy estrecha entre la "apatía" de la recreación y la "frialdad" de acercarse a los sacramentos. En la misión oratoria que “el sueño” le confía, patio e iglesia, juego y liturgia, sana diversión y vida de gracia deben estar estrechamente vinculadas, como dos elementos inseparables de una sola pedagogía.


Concretización educativa

La vocación y la misión no sólo conciernen a la de ser esposos y padres, sino también a la de los propios hijos. Centrarse en la vida y la vocación desde el principio amplía el horizonte, evitando la estrechez de orientación a las opciones posibles. Estos son frutos: maduran, en lugar de caer al suelo aún inmaduro o pudrirse en las ramas, solo si la planta está sana, con raíces bien desarrolladas y un tallo vigoroso. Educar a los niños para que vivan una vida vocacional significa hacerles conscientes de una evidencia fundamental: nadie decide venir al mundo: uno está llamado a la existencia. Y el primer autor de esta apelación no es el padre o la madre, sino Dios. Dios es el que llama, ama locamente, lo sabe todo, lo ama todo, quiere el bien, lo sabe y puede hacerlo; La vida, incluso entre las contradicciones inevitables, se convierte en una búsqueda inagotable de esta voluntad amorosa y consiente en ella, tanto en las cosas pequeñas como en las grandes. En efecto: ya no hay cosas pequeñas ni cosas grandes: puesto que el Señor que pide es grande, así se convierte toda respuesta; La verdadera grandeza es la fidelidad a Aquel que llama, no la mayor o menor importancia dada al objeto de Su petición.



Lo opuesto a la vocación es la ambición.

No por ese poquito de positivo que también contiene el término, sino en su significado deteriorado: una presunción poco realista que no hace feliz a uno con nada, por la que la vida se aferra a una insatisfacción nunca saciada, que socava la gratitud y convence de que todo es demasiado poco.


La vocación está asociada con la elección-misión.

Una elección que no es en absoluto democrática, sino el resultado de una deliberación soberana; una predilección no basada en el mérito sino en la piedad hacia la nada que es el elegido; una preferencia por la gente común -pobre campesino ignorante, como en el caso de Juan Bosco- y no por lo mejor, expresada no por un privilegio, sino por una misión, cuyo resultado también es suyo. La misión-elección empuja a dar libremente, lo que ha sido recibido libremente. Vivir la vida como un regalo. Elección que no hace ningún descuento al compromiso: lo aumenta. Elecciones que aumentan la responsabilidad.


Lo opuesto a la elección es la pretensión.

Todo se debe a mí; Hago lo que quiero; Solo me interesa lo que es útil. Pretensión: vivir por caprichos; y que se satisfagan todos los caprichos. Una manera segura de convertirse en una persona traicionera y pestífera. Un fracaso.

La vida como ambición y pretensión: fragilidad y fealdad. La vida como vocación y misión: belleza y solidez.


Don Enrico Stasi – SDB

1 DICASTERIO PARA LA PASTORAL JUVENIL SALESIANA, Pastoral Juvenil Salesiana. Quadro di riferimento (Marco), SDB, Roma 2014, 131

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