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María y Jesús, dos amigos especiales: en camino con las dos Columnas.

Programa Formativo ADMA 2023

Para el año 2022-2023, el camino quiere volver a las raíces de la Asociación: La consagración de Don Bosco a María Auxiliadora encontró en la Asociación una de las expresiones sencillas y prácticas para la defensa de la fe en la clase trabajadora. Don Bosco nos recuerda que "los cristianos debemos unirnos en estos tiempos difíciles. Estar entre muchos que hacen cosas buenas nos anima sin darnos cuenta" (Art. 1 del reglamento de la ADMA).


Queremos, pues, proponer un camino de fe que nos lleve al encuentro con Jesús por mediación de nuestra Madre Celestial y que pueda traducirse en actividad apostólica.

Es un camino antiguo porque es un proceso tradicional de crecimiento en la fe que se nutre de las fuentes más profundas de la espiritualidad cristiana, salesiana y mariana. Es nuevo y único porque cada socio y cada grupo del mundo lo vivirá según su propia experiencia de vida, cada asociado lo adaptará a su realidad individual. Estaremos enlazados, durante un año, en un camino espiritual de vida cristiana, cimentado en nuestros dos pilares: Jesús y María, siendo instruidos por la Palabra de Dios, por Don Bosco y por San Francisco de Sales. Nos acompañarán las referencias al Reglamento de la ADMA, la Carta de Identidad de la Familia Salesiana, el Magisterio del Papa y el magisterio del Rector Mayor.

El objetivo de este recorrido es crecer en nuestra vida de fe y dar un paso hacia adelante en nuestra relación personal con Jesús y María.


Las etapas del camino


1) Sentirse amados por Dios

Nuestra fe se convierte en vida cuando vivimos la experiencia de sentirnos amados por Dios.

El mundo de Dios nos anuncia que “Dios es amor” (1 Jn. 4, 7-16), que Jesús quiere vivir en profunda comunión con cada uno de nosotros: “Como el Padre me amó, así también los he amado yo” (Jn. 15, 9-11); “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Jn. 10, 7-15).

Seremos invitados a meditar la palabra para abrazar con plenitud el amor tierno y vertiginoso de Dios para cada uno de nosotros. De esta experiencia, de sentirnos amados así tal cual somos, nace el deseo sincero de corresponder a Dios. Entendemos así a San Francisco de Sales cuando dice “Busca ante todo agradar a Dios: Él es el centro de mi alma y el polo inamovible sobre el que giran todos mis deseos y todos mis movimientos".


Así nos ayudará a orientar cada día nuestra mirada hacia Él, a sentir su amor y a entregarlo a su vez a nuestros hermanos.


2) “Estoy en la puerta y llamo”, la oración


Seguros de sabernos profundamente amados, nos centraremos en el cuidado de nuestra relación con el Señor, en la oración con la ayuda de María.


Solo en la experiencia del silencio y de la escucha, comprenderemos con vitalidad a Jesús cuando dice: “Yo estoy a tu puerta, y llamo” (Ap. 3, 20) y “Si alguien me ama, también me obedece. Dios mi Padre lo amará, y vendremos a vivir con él” (Jn. 14, 23) y descubriremos el secreto de las vírgenes sabias (Mt. 25, 1-13).


El secreto de la vida, dice San Francisco de Sales, es “ir desde el interior hacia el exterior: Nunca he podido aprobar el método de quienes, para modificar al hombre, comienzan por el exterior, por el aspecto, por la ropa, por el cabello. Me parece, por el contrario, que hay que empezar por dentro... Quien tiene a Jesús en su corazón, lo tiene inmediatamente después en todas las acciones exteriores.”


Pondremos la oración en el centro de nuestra vida con propuestas prácticas.


3) Los hijos en el hijo creados a la imagen de Dios. La confianza en Dios.

Entregarnos al Espíritu Santo, de la mano de María, nos lleva a crecer en la confianza en Dios. Contemplaremos el misterio de un Dios que no teme confiar en el hombre.


Profundizaremos en cómo el misterio de la encarnación (Lc. 2) se inserta en un proyecto más amplio de amor que precede a la cruz: "He venido a hacer tu voluntad." (Hebreos 10, 5-10).


El único deseo de Jesús es dejar claro con su vida que toda la existencia se explica desde el amor, un amor tan comprometido que llevó a San Pablo a decir " con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gal. 2, 20). En este profundo misterio de amor se nos invita a tomar verdadera conciencia de nuestra condición de seres humanos. Como propone San Francisco de Sales,


"debemos ser lo que somos y serlo bien, para hacer honor al Obrador, cuya obra somos".

4) No hay amor más grande: la Eucaristía

Fuente y cumbre de la vida verdadera que es amor y pan del camino es la Eucaristía: ámense los unos a los otros como yo los he amado. Hagan esto en memoria mía. Contemplaremos el don que Jesús nos ofrece como base y fundamento de nuestra fidelidad al amor por Él y nuestros hermanos. ­Nos centraremos en el Lavatorio de los Pies para comprender cómo la vida eucarística se transforma en plena entrega al otro en el servicio cotidiano.


Como aconseja San Francisco de Sales, pensar solo al hoy de Dios: “Pensar de hacer bien nuestras cosas hoy, y cuando llegue el día de mañana, se llamara a aquello también hoy, entonces en ese momento pensaremos.”


A la luz del misterio de la Eucaristía, comprenderemos la importancia del momento presente, de la vida verdadera que es amor: ámense los unos a los otros como yo los he amado. Hagan esto en memoria mía. Justamente, la Eucaristía es el encuentro real con el Señor Resucitado en la Palabra y en el Pan eucarístico. Nos asegura Su presencia en nuestra y nos ayuda a conformarnos con Él, nos dona su amor por los demás y la verdadera felicidad.


5) María, esposa en el Espíritu Santo, nos enseña a hacer todo por amor.

El Espíritu Santo nos ilumina y nos guía en nuestra vida de fe. Iremos a la raíz del “sí” de María, esposa del Espíritu Santo. A la luz de la Palabra, descubriremos como en la vida de cada uno de nosotros se puede renovar el Fiat de María.


Con María madre y maestra, nuestra vida recupera su plena sensatez y se transforma en Magnificat. De este modo, el amor toma los atributos de la plena libertad. Como dice San Francisco de Sales: “Nada a la fuerza, todo por amor. Aquí la regla general de nuestra obediencia: ES NECESARIO HACER TODO POR AMOR Y NADA A LA FUERZA… Les dejo el espíritu de libertad, ese que excluye obligación, el escrúpulo y la agitación." Como se lee en el Reglamento de ADMA: “María es presencia viva entre nosotros y continúa en la historia de la Iglesia y la humanidad, su misión maternal como mediadora de gracias para sus hijos.”


6) La importancia de la gracia: la alegría, el don del Espíritu Santo (las virtudes teologales)

La acción del Espíritu Santo genera en nosotros la alegría, resultado del trabajo de las Virtudes de la Fe, la Esperanza y la Caridad. Redescubriremos las virtudes teologales meditando el himno a la caridad (1 Cor. 13, 1-13) y otras cartas Paulinas. Entenderemos en profundidad el fundamento de la alegría salesiana: "Id con alegría y con el corazón abierto todo lo que podáis; y si no vais siempre con alegría, id siempre con valor y confianza" (San Francisco de Sales). Esta es la Alegría que llevó a Domingo Savio a decir "Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”. Continuando el camino de Don Bosco encomendados a María Auxiliadora, podemos convertirnos en signo del amor de Dios y de María, capaces de difundir la alegría y el amor entre los hombres.


7) La gracia requiere naturalidad: el ejercicio de las virtudes

Estamos llamados a fomentar la acción del Espíritu Santo por medio de las virtudes. Serán la humildad y la mansedumbre (Mt. 11, 25-30), rasgos característicos de Jesús, quienes nos ayudarán principalmente.

Como dice San Francisco de Sales:


“Soportad con dulzura las pequeñas injusticias, los pequeños inconvenientes, las pérdidas de poca importancia que suceden día a día. Estas pequeñas situaciones vividas con amor os harán ganar el corazón de Dios y lo haréis vuestro.”

Comprenderemos mejor como el desarrollo de las virtudes pueden ayudarnos a crecer en la paz y en el amor. Vivir la paciencia y los prejuicios, nos hará experimentar la verdadera comunión. No solamente querer bien a los demás, sino hacerlos sentirse amados: la bondad en el amor, incansable trabajo, templanza y optimismo salesiano.

No olvidemos las tres palabras del Papa Francisco: permiso, perdón, gracias.


8) El abrazo de la bendición - combatir las tentaciones más comunes y el sacramento de la reconciliación

Más nos acercamos a la luz, más aprendemos a ver cuál es nuestro límite y a comprender Su misericordia. El amor de Dios no nos abandona nunca, ni siquiera cuando caemos en las tentaciones más comunes. Es un amor que nos envuelve en el abrazo de bendición que experimentamos en el sacramento de la reconciliación.

Meditaremos la parábola del Padre Misericordioso (Lc. 15, 11-32). Nos haremos acompañar por San Francisco de Sales que nos recuerda que “Todos los días debemos iniciar nuestro crecimiento espiritual, y pensando bien en esto, no nos sorprenderá encontrar miserias en nosotros. No hay nada que ya esté hecho: se necesita volver a empezar de corazón.”

El sacramento de la reconciliación no es el momento de juzgar, es la ocasión para experimentar el abrazo misericordioso y bendito del Padre que nos dona el perón de nuestros pecados y la fuerza para volver a empezar.


9) En la escuela de la santa indiferencia de María: fiat, stábat y magnificat.

Si nos dejamos conquistar por este amor, comprendemos cada vez más la importancia de la santa indiferencia, que brilla en María con sus acciones: fiat, stabat y magnificat. Al recorrer la vida de María en el Evangelio de Lucas, podemos vislumbrar su camino humano y espiritual, que es también el nuestro. “Nada que pedir, nada que rechazar. Permanecer en los brazos de la Providencia, sin detenerse en ningún deseo que no sea el de querer lo que Dios quiere de nosotros.”

Recibiremos a María en nuestra casa para que sea cuna de vida y amor, de fe y esperanza, cultivando las cualidades de acogida, hospitalidad, escucha, ayuda concreta y de generosa disponibilidad.



10) La unión con Dios en la cotidianeidad

Al final del camino, seremos invitados a volver a buscar la unión diaria con, asumiendo sus sentimientos: “Para mí la vida es Cristo” (Fil. 1, 21).


Podremos experimentar esta comunión, permaneciendo en Jesús “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos” (Jn. 15, 5).


Continuando el ejemplo de Don Bosco, para quien la acción y la oración se convirtieron en una sola cosa: “Don Bosco ha identificado hasta la máxima perfección su actividad externa, infatigable, absorbente, vasta, llena de responsabilidad, con una vida interior que comenzó con el sentido de la presencia de Dios y que, poco a poco, se hizo actual, persistente y viva para convertirse en perfecta unión con Dios". Esta espiritualidad se convierte en Caridad Apostólica en "Da mihi animas, cetera tolle". Es la espiritualidad de la Gracia de la Unidad la que nos ayuda a actuar en consonancia de pensamiento, sentimiento y voluntad con Dios. Las necesidades de nuestros hermanos nos invitan a la oración, mientras que la oración constante alimenta el trabajo generoso y de entrega a Dios por el bien y la salvación de nuestros hermanos.


Así descrito el camino, ofreceremos consejos y propuestas para las diferentes edades y situaciones de la vida: la familia, la juventud, la edad adulta en general. Haremos hincapié en la oración, la escucha del Espíritu Santo y en el compartir. La recomendación es vivir el proceso no intelectualmente, sino personal y existencialmente. Al mismo tiempo, nos ocuparemos de la dimensión de la comunidad. La búsqueda de una relación personal con el Señor lleva siempre a la comunión con los demás y con la Iglesia. En cada reunión se propondrá un espacio apropiado para el silencio y una pregunta para compartir en el grupo. Además, para que los frutos del encuentro puedan dejar su huella en nuestras vidas, cada mes asumiremos un compromiso de vida concreto.



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