NAVIDAD CON LA REINA DE LA PAZ
Queridos amigos de ADMA
En las últimas semanas he tenido la suerte de poder participar en algunos encuentros con delegados inspectoriales, animadores espirituales, asistentes locales... de los diversos grupos de la Familia Salesiana en tres continentes diferentes: América, Asia y Europa. Han sido momentos de fraternidad, formación y comunión entre los que formamos la familia de Don Bosco. Todos hemos recibido verdaderamente un gran don, el carisma salesiano, que se encarna de maneras diferentes y creativas en las distintas latitudes de nuestro mundo de hoy. En particular, la Asociación de María Auxiliadora está muy viva en estas regiones; en muchos lugares siguen naciendo nuevos grupos de devotos; otros consolidan sus actividades, difundiendo la devoción a María y a Jesús Sacramentado y poniéndose al servicio de la comunidad local para todo tipo de necesidades. La ADMA se presenta como un grupo laical de nuestra familia, fundada por Don Bosco, a disposición de todos aquellos que desean vivir, como María, un camino de santificación y apostolado en el estilo característico que nos legó Don Bosco.
Por otro lado, durante estas semanas he podido compartir un poco con hermanos, hermanas y laicos la situación social, religiosa y política que se vive en tantos lugares de nuestro mundo, y he podido acercarme a realidades que hablan de violencia, guerra, maltrato, asesinatos, suicidios, venganzas. Confieso que me sorprendieron e impactaron estas realidades que viví muy lejos de mi realidad cotidiana, y por eso, en este mes de diciembre, en el que queremos celebrar el nacimiento del Rey de la Paz, me parece oportuno presentarles una reflexión sobre la letanía lauretana María, Reina de la Paz, con una invitación a que todos vivamos una Navidad de paz, construyendo la PAZ en nuestras familias y en nuestros ambientes.
Por los profetas de la Sagrada Escritura, sabemos que Jesús es el Mesías, el "Príncipe de la Paz". Un salmo nos dice que "en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna" (71,7). Por eso la liturgia afirma que el reino de Cristo es "un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz". Por tanto, la Virgen María, Madre del Mesías, puede y debe ser llamada Reina de la Paz. Por otra parte, Nuestra Señora es también "Reina y Madre de Misericordia". Y como la guerra causa siempre tanta sangre y fuego, muerte y huérfanos, hambre y peste y, lo que es peor, odio y rencor, su corazón misericordioso no puede dejar de conmoverse cuando ve a sus hijos víctimas de estos males, y está siempre dispuesta a orar para que sean curados con el remedio único y eficaz de la paz.
Es el profeta Isaías, al anunciar la venida del Mesías, quien nos dice que será llamado "Príncipe de la paz, para dilatar el principado, con una paz sin límites" (9,5-6). Zacarías, el padre de Juan el Bautista, en su cántico que anuncia la inminente venida de la luz de lo alto, nos dice que su misión es "dirigir o guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1, 79). Y san Pablo llega a decir: "Él es nuestra paz" (Ef 2,14). Ahora bien, si Cristo es nuestra paz, María es la Madre de la paz. Su nacimiento virginal fue un nacimiento de paz.
San Pablo nos presenta también a Cristo en el Calvario "quiso reconciliar consigo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz, por la sangre de su cruz" (Col 1,20). Cristo es el gran pacificador. Y el Evangelio de Juan nos presenta a María a los pies de la cruz de Jesús. No sólo fue la criatura más perfectamente redimida y pacificada por Cristo -sin culpa ni mancha de pecado-, sino que, al ofrecer sus propios dolores al Padre, junto con la sangre de su Hijo, en el Calvario, se asoció de modo especial a la obra pacificadora de Cristo.
La Palabra de Dios es rica y alude claramente a la paz que trae el Niño Jesús que nace en medio de nosotros. Pero vemos que esta realidad aún no se ha realizado plenamente y se nos invita a contemplarla y meditarla para acoger y activar en nosotros actitudes evangélicas.
Además de las Sagradas Escrituras, la historia nos recuerda que fue el Papa Benedicto XV, cuando Europa se vestía de rojo a causa de la Primera Guerra Mundial, quien pidió que se introdujera una nueva invocación en las letanías lauretanas, con la intención de que la intercesión de la Santísima Madre de Dios pusiera fin a aquel sangriento conflicto. Desde entonces, millones de devotos la invocan diariamente. Es ella quien se proclama "Reina de la Paz".
Y el Papa lo hizo con estas palabras el 5 de mayo de 1917, dirigiéndose a todos los obispos del mundo: “Puesto que todas las gracias que el Autor de todo bien se digna conceder a los pobres descendientes de Adán, por el designio amoroso de su Divina Providencia, son distribuidas por las manos de la Santísima Virgen, deseamos que a la Gran Madre de Dios, en esta hora más terrible que nunca, se eleve viva y confiadamente la súplica de sus hijos más afligidos [. ..] Levántaos, pues, en el nombre de Dios, por la salvación de sus hijos. [. .. ...] Se dirigen, pues, a María, que es Madre de misericordia y todopoderosa por la gracia, desde todos los lugares de la tierra, desde los templos más nobles hasta las capillas más pequeñas, desde los palacios reales hasta los tugurios más pobres, desde dondequiera que haya un alma fiel, desde los campos y los mares ensangrentados, con la invocación piadosa y devota [‘Regina pacis, ora pro nobis’], y que le llegue el grito angustiado de las madres y de las esposas, el lamento de los niños inocentes, el suspiro de todos los corazones bien nacidos. Que su dulce y bondadosa solicitud se conmueva, y que la paz pedida en la oración sea obtenida para este mundo atribulado. Y que los siglos futuros recuerden la eficacia de su intercesión y la grandeza de los beneficios obtenidos por ella".
Pocos días después, el 13 de mayo de 1917, la "Reina de la paz" respondió a la llamada del Papa Benedicto XV y de toda la Iglesia, y se apareció en Fátima a tres niños que jugaban en Cova da Iria. "Vengo del cielo... He venido a pediros que vengáis aquí durante seis meses seguidos, el día 13 a esta misma hora.... ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera enviaros, como acto de expiación de los pecados por los que Él es ofendido y para rezar por la conversión de los pecadores? -Sí, queremos...- Rezad el Rosario todos los días para obtener la paz en el mundo y el fin de la guerra...".
Realmente podemos ver una vez más cómo María escucha las oraciones que le dirigimos con un corazón sencillo y humilde, por el bien de su pueblo. En estos días queremos vivir el nacimiento de Jesús como una oración que pide e implora al Dios de la Vida que traiga la PAZ a nuestros corazones, a todas las personas de este mundo, y que los conflictos y tensiones desaparezcan para dejar paso a la voluntad pacífica del Creador. Feliz Navidad y PAZ para todos.
Renato Valera, Presidente ADMA Valdocco.
Alejandro Guevara, Animador Espiritual ADMA Valdocco
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